sábado, 25 de noviembre de 2017

Promesa de vida

Zacarías 1:3

"Diles, pues: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Volveos a mí, dice el Señor de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho el Señor de los ejércitos"

La promesa de Dios es que el impío vivirá si tan solo se da la vuelta, si se da la vuelta sin fingimiento y completamente. El Señor expresa aquí que esto es lo que le agrada, que el impío se de la vuelta y viva. El Cielo está tan asegurado para los convertidos como lo está el infierno para los no convertidos. El "date la vuelta y vive" es tan cierto y verdad como el "date la vuelta o muere".

Dios no estaba obligado a proveernos con un Salvador, ni a abrirnos una puerta de esperanza, ni a llamarnos al arrepentimiento y a volvernos después de que nos hubiésemos alejado por el pecado, pero todo esto lo ha hecho libremente para magnificar su misericordia. Has de saber que no predicamos desesperación, sino misericordia.

¿Es acaso nuestra costumbre cerrar la puerta de misericordia frente a ti? ¡Quiera Dios que no la cierres tú mismo! ¿Es acaso nuestra costumbre decirte que Dios no tendría misericordia de ti aunque te volvieses y te santificases? ¿Cuándo escuchaste a un predicador decir tal cosa? Tú que hablas ásperamente a los predicadores del Evangelio porque desean mantenerte fuera del infierno, y que dices que predican desesperación, dime si puedes ¿Cuándo escuchaste que ningún hombre sobrio te dijese que no hay esperanza para ti a pesar de arrepentirte y convertirte?

No, es justo lo contrario lo que proclamamos de parte del Señor, y cualquiera que nazca de nuevo, y que por fe y arrepentimiento se convierta en una nueva criatura, ciertamente será salvo. Y estamos tan lejos de querer convencerte de que desesperes de esto, que tratamos de persuadirte de que no tengas dudas de ello. Es la vida, no la muerte, la principal parte de nuestro mensaje a ti, nuestra misión es ofrecer salvación, una salvación cierta, una salvación veloz, gloriosa, eterna para cada uno de vosotros, desde el mendigo más pobre al mayor de los hombres; hasta a los peores de ellos, ya sean borrachos, mal hablados, mundanos, ladrones, e incluso a los que menosprecian y se burlan del santo camino de la salvación.

Traducido de un texto de Richard Baxter

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